21 de junio de 2012

No hay bala que pueda acallar el grito de rebeldía de un pueblo (relato del General Omar Torrijos Herrera)



“Yo recuerdo una vez, hace como diez años, cuando estaba de jefe de la Guardia en Chiriquí, se me mandó a “combatir”, así decían, una insurrección que había en la zona indígena y que jefaturaba Samuel González, un cacique indígena. La insurrección consistía en que estos hombres se negaban a respetar el Himno Nacional, cantando otro himno, se negaban a izar la Bandera Nacional y estaban izando otra bandera, y se negaban a hacer caso a las autoridades de Remedios, de Tolé y de San Félix, porque ellos tenían sus propias autoridades. Recuerdo yo que después de 48 horas de caminar, con cerca de cincuenta guardias, llegamos al sitio de la “insurrección” tal como la llamaba el Gobierno Central. Llegamos como a las cinco y media de la mañana y pudimos ubicarnos en una colina que nos daba un campo de vista perfecto y que me ponía en condiciones de atisbar lo que estaban haciendo 4,000 indios allí reunidos.

Pronto advertí que los 4,000 indios estaban allí conversando, dialogando, tratando de resolver sus problemas. Me di cuenta de que cincuenta guardias eran insuficientes para aplastar la sana rebeldía de 4,000 indios reunidos. Y ahí me convencí, señores, de que no hay bala que pueda acallar el grito de rebeldía de un pueblo. Yo recibía órdenes por radio: “¿Qué pasó Torrijos? ¿Acabas con ellos?” Espérense, les contestaba, ustedes no conocen el problema. Entonces me quedé largo rato en esa colina y, poco a poco, nos fuimos acercando hasta que comenzamos a conversar. En la zona indígena, en el 58, apareció una clarividente, una mujer de grandes condiciones de dirigente, una mujer que sentía un profundo cariño por su pueblo, una mujer de profunda conciencia social, una mujer que revolucionó 400 años de letargo de nuestro indio. Esta india se llamaba Mama Chí o Pepsigo. Como nuestras autoridades no entendían, ni se daban a la tarea de investigar, querían destruir. Es mucho más fácil destruir que investigar; es mucho más fácil mandar a matar que mandar a sumar.

 Ésa fue una de las muchas experiencias que yo tuve y me di cuenta de que contra la rebeldía de ellos no se podía hacer más que sumarlos. Y aquellos que decían que era un irrespeto al Himno Nacional, no era irrespeto; era que no lo conocían y, por eso tenían que cantar su propio himno. Y aquellos que decían que era un irrespeto al pabellón, no era irrespeto. Es que no conocían al Pabellón Nacional y tenían que izar un pabellón que era el pabellón de su zona indígena. Y aquellos que decían que era un desconocimiento a la autoridad, no era un desconocimiento; era la autoridad central la que los estaba desconociendo a ellos. Porque queríamos juzgarlos con los mismos patrones, con los mismos códigos que nos juzgamos nosotros. Y por eso la autoridad allí fracasó, porque no los entendíamos y éramos nosotros los que teníamos que entenderlos a ellos. Porque ellos eran los primitivos habitantes de este país.”


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